Resulta muy reconfortante escuchar melodías que a uno le agradan, y es que el mundo esta lleno de sonidos, los cuales se han convertido en parte de nuestra vida, parte de nuestras alegrías, tristezas, esperanzas y demás. En parte de nuestra cotidianeidad. Pero, ¿cuanto sabemos que ocurre con este magnifico arte llamado música?, que unas veces nos pone nostálgicos y otras se convierte en fuente de nuestras mas profundas inspiraciones.
No es un misterio el saber que, nuestra sociedad esta invadida por ritmos y variaciones musicales de importación, los que al mismo tiempo han recibido una basta influencia occidental. Sin ir muy lejos ahí tenemos a nuestro ritmo de bandera denominado “vals criollo”, que no viene hacer más que la derivación de una antaña “mazurca” europea. O el caso del “huayño”, que hoy más parece ser una mezcla sintética de sonidos electrónicos.
Ahí en nuestra medula mas sensible, en el vehiculo de nuestra sensibilidad e inspiración. Ahí empezaron a construirse las dicotomías positivas. Por una parte el calificarnos dicotómicamente como: música popular, ante otra considerada clásica, o música inmediata que es parte de la tradición, ante la música mediata, seuda inspiración ordenada de la modernidad.
Nos implantaron un sistema de códigos universalizando la escritura de nuestros sentimientos, ya sabemos que la intención no era solo universalizar la escritura, sino universalizar el sentimiento, y de ser posible la inspiración misma. Al respecto es evidente que no se hizo nada, ni intentarlo dirían algunos. “entonces ¿como nos entenderíamos con otros músicos?”… lo cierto e innegable es que el máximo grado de universalización lo vivimos en este arte denominado música. Combinación de sonidos, que representa nuestra identidad, nuestro pequeño y largo andar por el mundo.
Paradigmas emergentes hoy nos impulsan a buscar nuestro sentido común, como la base de la vida y para la vida, tomar la realidad tal como existe, no transformarlos en conceptos abstractos. Aunque ¿como entender la realidad sin antes experimentarla?, ¿sin practicarla? Seria una realidad engañosa.
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