EL DISCURSO DE LA DIFERENCIA




EL DISCURSO DE LA DIFERENCIA
Cuando hablar del “otro” es un buen negocio.

Entre cuatro paredes, tratando  de complacer a un público académico,  hablando de “ellos”, hablando por “ellos”. En “eso”  se  está convirtiendo el discurso de la diferencia, el discurso de la “otredad”. Lo diferente siempre ha sido motivo de estudio, esa es la herencia de las ciencias sociales nacidas al otro lado de este mundo.


La academia se ha convertido en una especie de “traductor” de la diferencia y los intelectuales en ventrílocuos de la misma. Y es que seguimos manteniendo esa relación vertical  academia - pueblo; hablamos de la subjetividad del otro sin reconocernos a nosotros mismos como parte de esa diferencia. Si eso ocurre a nivel local  ya imaginamos como nos inventan fuera de la localidad.

Se fundan cada vez más organizaciones que supuestamente asumen ser mediadores de un diálogo intercultural, que enarbolan los derechos indígenas, que imaginan en las diferencias  un mundo ideal, pero no para reconocerlos como tal con sus saberes, sus filosofías, sus vivencias, etc.  Sino para hacer una especie de tráfico de conocimientos de los pueblos. De acá a un tiempo y a este paso tendremos que pagar por el uso de las semillas hasta las conocidas como “ancestrales” o veremos mediante las  cadenas de noticias como han hecho franquicias de las técnicas y  de nuestros saberes locales, sin reconocernos.

Aun este es un escenario muy cruel para los que somos considerados como diferentes, y sin la necesidad de mostrarme  como una persona en contra de los estudios  y del dialogo intercultural que  aun siendo tan complicado es tan vital de establecer con el mundo. Considero que es tiempo de hacer por nosotros mismos lo que nos dijeron que no podíamos hacer.  El  tiempo de los paradigmas coloniales, indigenistas y hasta indianistas ya pasaron. Somos  como tal, con virtudes y defectos;  fuertes y débiles; vivimos en armonía y en rivalidad. Somos seres humanos.  Quizá nos ven diferentes “física y culturalmente” ello no nos hace menos capaces para asumir nuestros destinos intelectuales y prácticos.

Ya es suficiente, “la gallina de los huevos de oro  cree que es mejor empollar sus propios huevos que dárselos para el interés de los vistos con los ojos de la diferencia como los “otros”  también”.
Apuesto por aquella  necesidad de dar apertura a un diálogo, pero con equitativas consideraciones. Es cierto, solos sería  mucho más complicado, quizá no podríamos lograrlo, y acompañados, mientras exista un reconocimiento reciproco y de respeto mutuo.    
El discurso de la diferencia hecho por los no diferentes empieza a derrumbarse, porque simplemente fue eso, un discurso y nada más. Hoy nos vemos en la necesidad de hacer de ello una práctica de la  diferencia y mostrarlo  mediante los medios que a bien los procesos de modernidad tecnológica nos lo permiten. Ello como muestra de que  ser  diferente no es sinónimo de ser intolerante.      
 

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